El diario de la Señorita Kadbury

Archive for the ‘desamor’ Category

Chau, Julio. Te suelto con tantos libros y apuntes que mandé a volar.

Te dejo ir, acompañado por el dolor del desencuentro.

Te dejo ir, quedándome con todas esas certezas que pude encontrar.

Ciclos que se cierran y otros que se abren. Apenas meses para terminar la carrera, sabiendo que la verdadera formación aún busca, hambrienta y alegre, fresca. Los preconceptos y cuentitos ya no me importan, e intento elegir desde la libertad más profunda. Ser lo más yo posible.

Soy feliz. Y agradezco a estas pequeñas llavecitas que se fueron abriendo para enseñarme a percibir. Y agradezco estar aprendiendo a quererme, a confiar en el más allá, estar preguntándome cómo puedo aportar… y agradezco no perder las ganas de vivir nunca.

Llego a mi casa después de scoutear una clase de teatro. «¿Qué carajo vine a hacer en esta vida?» Me pregunté todo el día, con la certeza de que tengo algunas herramientas para que eso no me derrumbe. Pude concentrarme en leer unos compases de una cosita que me dio mi profesor de piano, pero no logro ubicar mi misión. Y un poco perdí el deseo.

Ni siquiera sé si quiero cantar, ahora que tengo tiempo y puedo. Y no sé qué quiero hacer.

Yo quería quererlo, quería construír algo lindo, quería conocer sus detalles y que él conociera los míos. No se dio (por su culpa). En un principio lo manejé bien e incluso en ciertos puntos me sentí y siento aliviada. Ahora me siento sola y lo extraño. Solo sé que me la tengo que bancar. No me conviene llamarlo. Tengo que renovar.

Y sé que no perdí mi capacidad de querer.

Hoy escribo porque necesito descargar mi angustia en algún lado.

Me siento muy insegura con Jimmy. Siento que no me quiere más, que está pensando en otras mujeres. En su ex novia y actual cantante, en la actriz de la obra de teatro que vimos el otro día y que agregó al FB. Preguntándome por qué no quisimos invitarnos a nuestros festejos de cumpleaños familiares. Preguntándome por qué hace días que casi no busca contacto conmigo y cuando le propuse de ir al cine dijo que «el viernes puede ser».

No me gusta sentirme así. No sé cuánto es parte de mi inseguridad y cuánto corresponde a una distancia real. Lo cierto es que no ando recibiendo mensajes poéticos de su parte y las últimas veces que nos vimos no cogimos.

Lo extraño.

Estos días fueron de puro mal humor.

Me vino, con mucho dolor. Me di cuenta de que me quedan 3 semanas de clases para cerrar el cuatrimestre y que me queda muchísimo por hacer. Tanto pendiente que me veo obligada a pausar  mis proyectos musicales para llegar a tiempo con todo.

Y, sobre todo, la maldita HIPERCOMUNICACION (conjugada con mi controlismo y paranoia) hicieron que al no ver conectado a Shimy un noche y su mañana siguiente imagine cualquier cosa. Maldito controlismo mío, maldita inseguridad, malditos miedos. Obvio que el desencuentro siempre es una posibilidad, pero no había ninguna señal de que así fuera.

Hacía tiempo que no me sentía así de vulnerable. Todos esos fantasmas me enojaban tanto que lo único que hacía era culparme de imbécil por engancharme y confiar.

Probablemente las hormonas influyeron enormemente en mi estado. Así como haber visto Blue Valentine esa tarde lluviosa estando sola. (acá abajo dejo el trailer)

Por suerte al día siguiente fui a terapia y a piano y algo me calmé…

Pero sobre todo, anoche vi a Shimy y los últimos fantasmas que quedaban dando vueltas se las tomaron. Haya estado o no con otra esa noche, sé que entre nosotros hay algo real.

El muchachito se fue a Córdoba por el finde, de gira con su banda, (gran banda, por cierto). Antes de irse, lamentó no poder venir a escucharme cantar con el trío vocal de jazz (más un guitarrista) y prometió que juntos íbamos a tomar ese vino postergado por el antibiótico.

Llegó el lunes; el lunes propuso de vernos. Nos vimos el martes. Ni sus lesiones aún no recuperadas ni mi condición femenina extrema impidieron que las pieles se desearan.

Si bien no es la química que tuve con el Lobo tan prontamente, de a poco hay ciertos códigos corporales que se van entendiendo.

Después me agarra la verborragia de mensajes de texto, del chat. La necesidad constante de que me demuestre de algún modo que sigue gustando de mí.

Creo que nunca en la vida me sentí tan insegura con respecto a un chico. Siempre (hasta el Lobo inclusive) me entregaba completamente sin dudarlo. Me abría de par en par y así me iban lastimando en mayor o menor medida. Así hasta el golpe final, sumado a muchos golpes laterales familiares que me hicieron aprender a desconfiar.

Y ahora llegás vos, con toda esa dulzura y calma que no esperaba. Con esos alfajorcitos cordobeses y fuertes declaraciones de amor con errores de tipeo, que dejan dudas hasta de tu sobriedad.

Pasa un día que no sé nada de vos y mis viejas inseguridades reviven.

Este finde quiero que vengas a mi casa. Que conozcas mis cosas, mi cama, mi piano.

Quiero que me conozcas.

Volví a la rutina, al trabajo, a mis clases de canto. En cierto punto es lindo: saludar a la chica de la rotisería vegetariana, caminar las cuadras conocidas. Sentarse a charlar con los compañeros de trabajo. Vocalizar y tratar de recordar cómo era conseguir altura, aflojar la garganta.

En eso estamos y surge una nueva posibilidad. Mi hermana alquiló con su marido e hijos una casita en Uruguay y me invitó a pasar unos días con ellos. En Punta del Este, para ser más específicos; no tan cerca de Montevideo pero más cerca que Buenos Aires.

¿Terminó el verano? ¿O tengo piedra libre para escribirle?¿Abro el paraguas pidiendo permiso? ¿Me lanzo? ¿Lo suelto?

Ay, qué indecisión.

Acabo de llegar de Uruguay, de unas preciosas aventuras en las playas de Rocha.

Vuelvo contenta, con ganas de empezar este año. Sentada sola sobre unas rocas, mirando el mar, sentí que podía dejar el 2010 irse.

Vuelvo triste, también. Por primera vez conocí lo que se llama un amor de verano. Entendí ese fuego fugaz y la desesperante despedida.

Quizás ese amor montevideano se venga a Capital. A seguir deleitándome con esas melodías de jazz, en mi piano en lugar de su melódica. Tal vez me termine de contar sobre la muerte su papá, o los nombres de sus sobrinos. Con suerte, se anime a seguir su pasión y disfrute las mías. Puede que me vuelva a besar, de cama a cama, como esa primera vez iluminados por una vela y asombrados por la casualidad. A lo mejor venga caminando por el andén del subte en vez de la calle de arena, tarareando ‘Round midnight o Misty. En una de esas, lo vuelva a encontrar. Ojalá.

En la fiesta de año nuevo me crucé con otro de los damnificados2010 que me hizo saber su resentimiento. Hermosa manera de empezar el ciclo. Así que decidí que el festejo sería del primero de enero al segundo.

Fuimos a un cumpleaños donde me topé con alguna que otra persona interesante pero opté por ir a lo de «no-soy-solo-una-cara-bonita«, que me consiguió aquel segundo bar donde toqué con mi guitarrista.

Todo esto son disgresiones pues lo interesante ocurrió el viernes a la tarde: en medio de un prolífico ensayo con mi guitarrista, decidí mandarle un mensaje al chico que venía invitándome a salir después de que yo lo abordara en una fiesta.

Ayer lunes nos vimos. Le expliqué que venía evitando contactos con chicos porque tuve un año complicado y no tenía ganas de nuevas facturas sin haber pagado las anteriores.

Me escuchó, creo que me entendió, me sorprendió, me besó, me sonrió. Todavía no puedo definir si me gusta o no, pero sin duda lo quiero volver a ver.

Hacía bastante tiempo que no despertaba un domingo con una noche de sexo para contar.

El hippie con el que estuve en mi oficina el día de la fiesta me invitó a ver su obra de teatro. Llegaba tarde entonces decidí pasarlo a buscar cuando terminaba.

Empezamos a caminar y hablar de la vida. Chico de San Isidro que no se conforma con los modelos establecidos, que quiere juntar herramientas para viajar por el mundo y poder vivir en cualquier lado. Ya lo hizo con los malabares por parte de América del Sur. CUERPAZO. Dulce a más no poder, gracioso, personaje.

Mis viejos hicieron una escapada este finde, así que lo invité a casa, tomamos una cerveza mega hiper abrigados en la terraza hasta que se largó a llover. Lo mostré unos temas míos en el piano (con muchísima torpeza de mi parte) y empezamos a besarnos. Fuimos a mi cuarto, empezó a desvestirme y besarme y terminamos lo que habíamos empezado en la fiesta. Dormimos abrazados.

Hoy pienso en anoche y me veo un poco fría, pero sincera. Muy tranquila, sin tratar de agradar. Escuchando todo lo que él decía, compartiendo gran parte de sus inquietudes. Fue una postura atípica, pero muy relajada.

¿Será que me durmieron el corazón? ¿Será que mis sensaciones por el otro chico aniquilan cualquier nueva posibilidad? ¿Será que estoy creciendo?

A la vuelta de mi segunda clase de piano con un nuevo profesor, caminé algunas cuadras. El solcito de la tarde se colaba por entre los edificios de Palermo, la calle estaba tranquila. En un pasaje, veo en la vereda de en frente a uno de mis jefes (uno que es todo alto y grandote, pero con un corazón tan dulce) caminando de la mano con su mujer.

En estos últimos días, se estuvieron abriendo muchas puertas hacia el sector masculino. Invitaciones decentes («¿vamos a andar en bici uno de estos días?»), miradas candentes, propuestas indecentes («llamame y te venís a casa a tomar unos mates… o un whisky»), actividades poco decorosas en espacios poco apropiados (besos y más en la fiesta de fin de año en la oficina). Todo eso puede pasar, ser divertido, alegrarme y producirme emociones, pero al ver a mi jefe con su mujer descubrí lo que realmente hay detrás de todo eso. En el fondo, todos buscamos a alguien con quien podamos pasar un feriado y disfrutar de no hacer nada en su compañía.


Manifiesto

Entre dudas existenciales, crisis vocacionales, amigas, amigos, chongos, novios, potenciales, ex-novios, amor, sexo, música, exámenes y más dudas existenciales, les escribe la Srita. Kadbury. Esta fanática del chocolate y los tés especiales, cuenta un poco de lo que va percibiendo adentro y fuera de sí. Atenti...

Únete a otros 8 suscriptores